De repente nos da impresión que los jóvenes en todo el mundo se han puesto de acuerdo para salir a las calles, para denunciar la falta de oportunidades en las que viven, para expresar su angustia, su impotencia, su desesperanza pero también sus ganas de seguir luchando: Medio Oriente, España, Inglaterra y hasta Chile! logrando convocar a millones de personas a marchar, a unirse a sus causas y sus reivindicaciones.
Podríamos pensar que los jóvenes por fin se manifiestan. O quizás veamos más bien esto como un punto máximo (de muchos otros que habrá), de procesos que han iniciado ya hace varios años, de procesos que los han llevado a unirse todos aquellos cansados de no tener una vida digna y de que sus demandas no sean escuchadas por los políticos. Además, con la ayuda de las nuevas tecnologías estos procesos se aceleran, se diversifican, se complementan, pero no se hacen por la Internet exclusivamente. Se hacen en la calle, convocando solidaridades y demostrando que ellos están presentes.
Miremos el caso de Chile, quizás nuestro caso más cercano:
Los estudiantes chilenos exigen que la educación deje de ser un producto del mercado y retome su carácter social. “Si esto se cumple, en el país se reforzará la democracia y el acceso igualitario a los conocimientos”, explicaba Camila Vallejo, presidenta de la Federación de Estudiantes Universitarios y una de las caras más visibles de las manifestaciones.
El modelo de la educación chilena no ha sido modificado desde la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990) periodo durante el cual no solo se atacaran a las instituciones públicas, mediante la represión contra alumnos y académicos, sino que también se eliminó casi por completo su financiación. Esto ha originado que el acceso a la educación en Chile sea casi un privilegio y quienes pueden acceder a ella, muchas veces quedan con deudas millonarias que les toma muchos años pagar o que quizás nunca logren saldar.
"Me falta el dinero. Quizá me alcanzaría para pagar la matrícula y el primer mes, pero no para el segundo mes", señalaba Boris Valenzuela, de 19 años y uno de los asistentes a las manifestaciones.
"Esto viene de hace muchos años... ahora estoy aquí por ellos, para que tengan una oportunidad", señalaba Ninoska Carreño, una de las madres que acompañaba a sus hijos por que ella no pudo estudiar.
Los estudiantes reclaman por una reforma educativa profunda, por una educación de mejor calidad completamente pública y gratuita. A esto y frente a la presión ejercida por las protestas, el Ejecutivo prometió entregar 4.000 millones de pesos adicionales para el sistema financiero, aunque la demanda de una educación totalmente pública fue rechazada por el Gobierno Nacional, a quien no parecer importarle los más de dos meses de movilizaciones de estudiantes y profesores, con paros, marchas, caceroladas, huelgas de hambre y cientos de formas alegres y variadas de protestar que han conseguido que el 80% de los chilenos comparta, según los sondeos, sus demandas de que el Estado se haga cargo de la educación y esta sea de calidad y gratuita.
“Chile tiene uno de los sistemas de educación más segmentados de América latina y de hecho más segmentados del mundo. Si uno es pobre recibe una educación pobre, y si uno es rico recibe una excelente educación”, señalaba Gary Stahl de Unicef en Chile
Las marchas de los estudiantes han sido duramente reprimidas por el gobierno y han dejado a centenares de heridos y detenidos. En la misma línea, la declaración de algunos funcionarios tampoco son muy conciliadoras como las del alcalde de Santiago de Chile, Pablo Zalaquett, quien manifestaba que si las movilizaciones estudiantiles no finalizan para el 11 de septiembre próximo se deberá recurrir a las Fuerzas Armadas para detenerlas. En la fecha nombrada por Zalaquett, Chile recuerda el golpe de Estado contra el presidente socialista Salvador Allende, ocurrido en 1973.
Tras estas polémicas declaraciones, Manuel Monsalve, diputado socialista y miembro de la Comisión de Seguridad Ciudadana de la Cámara Baja, subrayó que el derecho a manifestarse no puede ser reprimido ni por Carabineros ni por el Ejército.
En medio de una movilización en una plaza céntrica de Santiago, el estudiante de Historia de la Universidad de Chile Diego Gamboa, de 22 años, explica que para que se resolviera el conflicto habría que convocar "un plebiscito vinculante para resolver si tenemos una educación libre, gratuita y laica o el sistema actual". Señala que la protesta de los indignados en España "ha tenido influencia, sobre todo en las formas de movilización de los estudiantes".
Como vemos, todo está conectado con todo, los jóvenes efectivamente se están moviendo aquí y allá pero en respuesta de problemáticas muy locales que hace muchos años les viene afectando. Es el momento de cambiar el modelo y ellos están exigiendo eso y cada vez con más fuerza.
No seguimos en estas movilizaciones por mero gusto o capricho, hemos dejado de lado muchas horas junto a nuestras familias y gustos particulares para buscar un bienestar colectivo, que sea para las familias de hoy y las que vendrán"
Confederación de Estudiantes de Chile